Y cuando creía que
no podía sentir más dolor,
se dio cuenta de la peor parte.
No recordaba su rostro.
Había olvidado su voz.
Ahora, ni siquiera podía
regalarse su presencia imaginada.

Y cuando creía que
no podía sentir más dolor,
se dio cuenta de la peor parte.
No recordaba su rostro.
Había olvidado su voz.
Ahora, ni siquiera podía
regalarse su presencia imaginada.